29.12.06

Sépanlo

Voy a estar ahí.

La imagen mostrada tiene fines ilustrativos y puede diferir (pero no, es sólo que no tengo escáner).
Entrada de The Who (C) 2006 Gerund Enterprises

28.12.06

Misc.

Bueno, loco, acá tenés una foto de tu gacela. No tengo más. Se me había ocurrido, de hecho, que por ahí estaría bueno que, para la próxima, directamente salieras al patio a sacarle fotos con la digital en vez de pedírselas a Google, porque si no terminás cayendo en cualquier lado, con gente no demasiado sana, y por ahí se arma el tole tole.
Resulta que estuve viendo los resultados que el gran Statcounter recabó sobre este sitio infame y la gentuza que pulula por acá. Además de la del energúmeno que llegó tras tipear en el buscador "fotos de mi gacela", pueden mencionarse algunas otras consignas de búsqueda interesantes, como "fotos de mis amigas mas calientes" (una obviedad), "fotos borrachera", "fotos de and lla estelar" (acá el Google no entendió nada), "fotos pasillo frances", "fotos alejandra olmos" (yo también quiero), "fotos dentro del teatro griego", "fotos saltimbanquis", "fotos de cafes con piernas" (?) o la que, para mí, merece el gran premio: "foto de uno echando desodorante" (?!). No sé cómo me relacionaron con todo eso, pero gracias.
Una grata sorpresa fue que llegaron, amén de los argentinos, visitantes de todos lados: Lima (Perú), California y Washington (EE.UU.), Andalucía (España), el DF de México, Berlín (Alemania) y tantos otros lugares que no tengo el gusto de conocer. La otra cara de la moneda es que un 77,8% de éstos se quedó menos de 55 segundos. O no entendieron el idioma o le huyen a las cosas mal escritas; también podría ser que se aburrieran de esperar que actualice.
Para finalizar, quisiera agradecer a las siguientes empresas que se preocupan por el país: Violentamente feliz, Jardín de instantes y Caramelos colorados son quienes se disputan la punta del top de referring links con 11, 7 y 3 por cabeza. Gracias por confiar en nosotros.

El personal de Fotos de Lily

23.12.06

Mi historia con Lisandro, parte V (final)

Mi historia con Lisandro empezó a deshilacharse tras esa mañana fatídica. Lo evité durante los días siguientes con bastante éxito, hasta la tarde en que salimos antes y caminé hasta la Plaza Belgrano, donde me senté a disfrutar del sol y a buscar la entrada al infierno según la descripción de Sabato. No la hallé, pero encontré en cambio a mi compañero, quien se acercó y entabló conmigo una meliflua conversación. Me cansé muy pronto y, hastiado, lo traté peor que nunca. Su respuesta me dejó sin palabras: "Me encanta cuando sos así. Cuanto peor me tratás, más me gustás". ¿Qué podía decir? Abandoné. Dándole la espalda, caminé rápido hasta la parada del colectivo, dejando atrás ese juego y sus patéticos llamados. Lo escuché repetir mi nombre hasta que sonó ajeno, hasta que perdió su significado, hasta que dejó de designarme. Hasta que Juan fue otro, hasta que yo fui otro Juan.
A la mañana siguiente descubrí que se había cambiado de turno y nunca más volví a saber de él.

22.12.06

Mi historia con Lisandro, parte IV

Siguieron días raros, de esquivar sus preguntas y atenciones, de concentrarme en el trabajo y tratar de no cruzármelo en los pasillos, de no mirarlo, de tener el bolso y el abrigo listos para escabullirme primero a la hora de salida. Sin embargo, lo inevitable sucedía siempre: no sé cómo, él llegaba a tiempo para alcanzarme en la puerta y caminar juntos hasta Cabildo y Juramento. Él se lo buscaba y yo lo trataba mal.
La mañana en que todos los empleados nuevos fuimos a hacernos un chequeo médico fue definitoria. Yo sentí algo de piedad y decidí dejar de herir sus sentimientos e intentar respetarlo. Lisandro lo percibió, creo, y no se separó de mí ni un momento.
Tras llevar a cabo los estudios necesité imperiosamente un café. Lo pensé en voz alta y él manifestó lo mismo, por lo que fuimos a una confitería sobre la calle Córdoba y desayunamos. Yo, un café doble, amargo y viril; Lisandro, delicado, una lágrima. Mientras esperábamos al mozo sentía sus ojos clavados en mí. Yo miraba la tele. Siempre.
Ninguno de los dos dijo nada, bebimos en silencio y sin mirarnos; la tensión estaba en el aire y yo temía que las tres o cuatro personas que estaban alrededor se dieran cuenta de todo. Lo peor fue cuando dejó su taza vacía sobre la mesa y comenzó a reprocharme, a suplicarme, a pedirme, a engañarme. En voz baja, apenas en un susurro, pero gritando. Entonces lo fulminé con la mirada, dije algunas palabras terminantes, pagué la cuenta y salí a la calle, con él siguiéndome y algo sordo gestándose dentro de mí. Algo parecido a la furia.
No sé cómo explicar lo que pasó después. Tras pedirle -de buena y mala manera- que me dejara solo, caminé hasta Corrientes y Riobamba, compré un ramo de flores y toqué el timbre de mi ex novia. Nuestra ruptura había sido reciente y en buenos términos y estábamos atravesando un período extraño, en el que nos veíamos bastante seguido, cada tanto nos besábamos y cogíamos cuando había suerte. Ella bajó extrañada, yo le di las flores, dije dos o tres frases ridículas y me fui, secretamente reconfortado. Volvía a parecerme a quien yo creía ser.

22.11.06

Mi historia con Lisandro, parte III

Salí al pasillo apurada y ferozmente y, sabiéndolo detrás de mí, comencé a bajar la escalera como quien se zambulle en un fangal, saltando escalones, dejando una estela apenas. Entonces se cortó la luz. Sentí su mano en mi hombro y, presionando levemente, como pidiendo perdón, se sentó en el descanso e hizo que lo secundara. Por supuesto, me situé uno o dos escalones más arriba. No dijimos nada. Quedamos mirándonos en la oscuridad. Su cara vuelta hacia mí, iluminada y embarrada por la luz torpe que no terminaba de animarse a entrar por alguna ventana, era la máscara de la tragedia. Sin pensar -cometí el mismo error todo el día-, se lo dije. No me acuerdo cómo exactamente, pero aludí a los mascarones insondables y expresivos del teatro griego. Se sonrió, o eso creí ver. No sé si estuvimos dos minutos o media hora así, detenidos; sólo recuerdo que la oscuridad me ayudó a considerar la posibilidad de besarlo. Nunca lo hice. Más que nada porque su insistencia me ponía de mal humor, aunque también pesó el hecho de saberlo desesperado. Jamás me había encontrado en una situación así. Siempre fui quien pedía besos y esa noche, por única vez, me di el miserable lujo de negarme.

17.10.06

Mi historia con Lisandro, parte II

Estábamos por llegar a su casa. Yo le hablaba de lo cautivante que me resultaba Alejandra Olmos, el personaje de Sábato de Sobre héroes y tumbas; de repente, no sé bien cómo, me encontré convertido en ella. Era un ser misterioso y malvado, enfermo de mí mismo, inaccesible, dragón y princesa, rosa y fango, todo a la vez. Me di cuenta entonces de cómo Lisandro tomaba el rol de mi partenaire (Martín) y cumplía con su papel a la perfección. Me sentí extrañamente bien: por primera vez en mi vida yo podía ser tan fascinante como Alejandra y mover todos los hilos de una historia amorosa como me hubiera gustado que se movieran. Claro que no tomé en cuenta que Lisandro era un hombre. Por el momento no me importaba, todo era muy inconsciente y yo disfrutaba seduciendo y atormentando a la vez.
Llegamos. Al entrar a su departamento fue que caí, por primera vez, en que algo andaba mal. Lisandro fue a cambiarse y yo me quedé por ahí, mirando por la ventana y sintiendo un raro malestar. Las cosas se acomodaban sólo un poco en mi cabeza, mas fue suficiente para que pudiera expresar lo que me pasaba. Le dije, sin cuidarme en lo más mínimo, algo así:
-¿No sentís algo extraño? El ambiente está enrarecido. Puedo matar.
-No te entiendo -dijo, mientras me miraba atento y se ponía una remera blanca.
-Me siento como el cazador. Guiándome sólo por el olfato, sin pensar, llegué al refugio de una gacela joven que ahora, encandilada por mi mirada, ignora el peligro que corre -él bajó la vista-. Es sólo una cuestión de instinto y sé que debería matar, pero mi lado racional aún me grita que no lo haga. Me consumo entre esas dos fuerzas. La lucha se da dentro mío.
-Pensé que intuías lo que pasaría -me miró y por primera vez pude imaginar cabalmente lo que se escondía tras su "lo que pasaría". Hasta entonces sólo me había dejado llevar, hablábamos dentro del juego tácito y usábamos imágenes y ya, nada tenía necesariamente que ser llevado a un estrato terrestre ni real. Entonces Lisandro se acercó. Yo, instintivamente, retrocedí unos pasos. Él, en un susurro, dijo:
-Está bien, ya está, ya pasó. No te asustes. Pensé que sabías lo que decías en el colectivo.
De cazador había pasado a presa. El dominio de la situación lo tenía él, desde sus imberbes 19 años. Me sentía aborchornado y avergonzado, jamás debería haber intentado ese juego. No era lo mío y, por haberme ido de boca, ahora las cosas se revelaban.
Creo que no dije nada más. Bajamos a comprar unas cervezas.
Cuando volvimos, justo aparecieron tres amigas de él. Lisandro no pudo evitar un gesto de desagrado, fugaz, a la vez que yo me aliviaba secretamente.
Entonces bebimos y conversamos los cinco, como si nada, echando por tierra con la atmósfera sobrecargada de antes. Yo quería redimirme ante mí mismo y, de paso, demostrarle a Lisandro que se equivocaba: medio excitado por el alcohol le tiraba onda burdamente a una tal Carolina. Ella me respondía.
En un brusco momento de lucidez bajé a la realidad y pensé en lo que me esperaba si permanecía más tiempo en esa situación: borrachera inminente combinada con a) sexo gay; b) sexo grupal; o c) regreso tardío a casa y frustración. La primera opción me generaba curiosidad pero, a la vez, era violentamente rechazada; para la segunda no me sentía listo aún y la tercera era una vieja -y nefasta- conocida, de cuya compañía podía prescindir.
Aduciendo apuro y mirando mi reloj me levanté. Me despedí de todos y me dirigí a la puerta, bruscamente recobrado. Lisandro debía bajar a abrirme y le dijo a sus amigas que lo esperaran un segundo.

13.10.06

Mi historia con Lisandro, parte I

En el trabajo anterior conocí a Lisandro. Él se sentó al lado mío durante la capacitación y empezó a hablarme. Era el típico "pendejo loco" que habla fuerte y tiene perfil alto. Yo no soy naturalmente sociable (y menos en ese tipo de ámbitos, y menos con ese tipo de gente), pero la verdad es que -no sé por qué- Lisandro me cayó bien y el segundo día conversábamos ya todo el tiempo. La capacitación duró una semana y toda la historia también, pero se me hace tan difícil pensar en días ese período tan vertiginoso que voy a obviar cualquiera de esas medidas de tiempo.
La cosa era en la calle Arribeños, en Belgrano, y él vivía sobre Paraguay, así que volvíamos todas las tardes en el mismo 68. En uno de esos viajes él me habló de la relación abierta -e idílica, para mí- que tenía con sus amigas. Yo le dije que me gustaría lograr algo así pero que, honestamente, la mayoría de mis amigas tenían ese rol porque no había podido darles otro. Creo en la amistad entre el hombre y la mujer, sé que es posible que sea pura, pero soy consciente de lo difícil que es eso: la mayoría de las veces, la lagartija de lo erótico se arrastra entre las piernas, a ras del suelo. Luego, no me acuerdo bien cómo, la conversación viró hacia los gays y él me contó que conocía un montón ("cuestión de ambiente", dijo, él hacía teatro), que le caían bien y dos o tres cosas más. Yo dije más o menos lo mismo y agregué que me tentaba la idea de la bisexualidad, que me parecía copado poder elegir a la persona que a uno le guste sin tener limitaciones de sexo y todo eso, que no me cerraba de antemano a esa posibilidad pero que, en verdad, jamás me había sentido atraído por ningún tipo.
Ésa fue la tarde del segundo día, ahora me acuerdo. Nuestras conversaciones habían alcanzado un nivel tan íntimo y privado que parecía imposible que nos hubiéramos conocido menos de 48 horas antes. Honestamente, me sentía muy cómodo con el tipo, era como si me conociera de siempre y no tuviésemos que preocuparnos por formalidades o prejuicios, todo estaba bien; dejábamos las cosas fluir naturalmente y no nos importaba nada.
En ese 68 él me pidió que lo acompañara a su casa a tomar unos cafés. Hacía muy poco que había venido a la Capital desde Junín y solía sentirse solo por las tardes. Yo, tímido al fin, puse todos los reparos que se me ocurrieron y más: que no nos conocíamos, que no me daba, que tenía que volver a mi casa, que estaba cansado, y no me acuerdo cuántas cosas más, pero él insistió tanto que terminé aceptando. Le cambié el café por cerveza y pensé "bueno, si tomo la cantidad suficiente para desinhibirme no me resultará tan grave; me quedaré un rato y después me las tomo". Aún no lo sabía, pero acababa de cometer un grave error. El primero.

4.10.06

De asistencia obligatoria

Será este viernes. El Zombienauta, un cantautor con la capacidad del viaje permanente -aún anclado en la canción-, creará canciones en el aire y hará mucho de nada. Rimbaud lo observará desde una nube a su diestra y Donovan estará sentado en su hombro.
Como si esto fuera poco, la presencia estelar de los saltimbanquis Carmen promete mucho... mucho más de lo que puede arruinar quien les escribe con sus coros desafinados, la guitarra trasteando, una sufrida armónica y percusiones varias (todas a destiempo). ¡No se lo pierdan!

3.10.06

Mala época

Y este blog tenía que ser más libre, ¿entendés? Menos vueltero, menos enrollado, que para eso ya tengo el otro; la idea original era escribir seguido acá -ni siquiera tenía que tener buen material, bastaba con que pasara y dejara caer algo-, sin preocuparme por mis problemas ni mis dudas ni los lectores ni la facultad ni el trabajo ni aquellos que que escriben mejor o con mayor dedicación (en algún punto, las dos cosas son lo mismo). Y no lo consigo. Ando de acá para allá con las mismas frustraciones, y aquello que anquilosó el Jardín de Instantes se cierne ahora peligrosamente sobre estas Fotos de Lily, amenazando con quitarme todo, mis ideas, las pocas convicciones que me han quedado y estos retazos de fe.
Qué mala época para ser yo.

25.9.06

Todo lo que no soy

Ustedes no tienen por qué saberlo, pero les confieso que la gracia (para mí, claro) de este blog es que, a diferencia del otro, aquí no rige ningún estándar mínimo de calidad.
La idea es publicar seguido, lo más seguido posible, aunque los textos estén truncos, sean brutos o carezcan de desarrollo. (Esas cosas, dicho sea de paso, son las que se me dan más fácilmente.) Por eso estoy aquí de vuelta, subiendo algo antes de que me atrape la tarde.
Como lo último gustó, los dejaré leer la letra (con acordes y todo, ¿eh?) de una canción que escribí hace un montón de tiempo. Hoy resulta tonta y fresca, pero sigue viva. Sigue siendo mía.



TODO LO QUE NO SOY
Letra y música: Juan, tarde del viernes 14 de diciembre de 2001


G D C Am
Si pudiera ser una mujer sería tu mujer
G D C Am
Y si fuera un pez viviría en el Jardín Japonés
G D C Am G Em A
Y si fuera un gato dormiría en el Botánico


Y si fuera un juez me declararía inocente
Y si fuera inglés invitaría a mi casa a Robert Smith
Y si fuera Dios me acostaría a descansar


A Em A Em
Pero no podría ser yo


Si fuera perfecto no usaría desodorante
Si fuera un marqués escribiría libros perversos
Si fuera escritor sería Hemingway (y ella Anaïs)


Si pudiera ser invisible me escondería igual
Y si fuera un jugador sería el número 5
Y si fuera un ave volaría sobre Ituzaingó


Pero no podría ser yo


Si fuera otro tal vez mi chica me quisiera hablar
Si fuera el mar en los caracoles dormiría
Si fuera francés saludaría a todos au revoir

19.9.06

Todos los que soy

En el inicio de los tiempos estuvo mi timidez. Después fui: dibujante, escritor, hippie, beatnik, hinduista, adolescente, poeta, dandy, bon vivant, bebedor, músico, existencialista, cinéfilo, descreído... y la nómina sigue.
Hoy soy todo eso. Y a veces no soy nada.

16.9.06

Baudelaire

Pensaba escribir algo acerca de Baudelaire; quería hablar sobre mi deseo adolescente de ser un poeta maldito y me deleitaba la idea de dejar caer por aquí y allá máximas de don Charles como "descontento de todos y descontento de mí", o "la verdadera realidad no está más que en los sueños", o cualquier otra; me gustaba la posibilidad de contar los esfuerzos del general Jacques Aupick para enderezar a su hijastro descarriado, ése que a los 22 años, sifilítico y torturado, escribió Las flores del mal, -"libro monstruoso", según Le Figaro, que terminaría conduciéndolo a la ruina moral y las botellas de láudano-, ése que se embriagaba y vivía con su musa negra. Pero no puedo. Este sábado es tan sábado -y yo tan poco Baudelaire- que no me queda otra que resignarme y salir a patear el sol en las veredas.

Una carroña

Une charogne

Rappelez-vous l'objet que nous vîmes, mon âme,
Ce beau matin d'été si doux:
Au détour d'un sentier une charogne infâme
Sur un lit semé de cailloux,

Les jambes en l'air, comme une femme lubrique,
Brûlante et suant les poisons,
Ouvrait d'une façon nonchalante et cynique
Son ventre plein d'exhalaisons.

Le soleil rayonnait sur cette pourriture,
Comme afin de la cuire à point,
Et de rendre au centuple à la grande Nature
Tout ce qu'ensemble elle avait joint;

Et le ciel regardait la carcasse superbe
Comme une fleur s'épanouir.
La puanteur était si forte, que sur l'herbe
Vous crûtes vous évanouir.

Les mouches bourdonnaient sur ce ventre putride,
D'où sortaient de noirs bataillons
De larves, qui coulaient comme un épais liquide
Le long de ces vivants haillons.

Tout cela descendait, montait comme une vague,
Ou s'élançait en pétillant;
On eût dit que le corps, enflé d'un souffle vague,
Vivait en se multipliant.

Et ce monde rendait une étrange musique,
Comme l'eau courante et le vent,
Ou le grain qu'un vanneur d'un mouvement rhythmique
Agite et tourne dans son van.

Les formes s'affaçaient et n'étaient plus qu'un rêve,
Une ébauche lente à venir,
Sur la toile oubliée, et que l'artiste achève
Seulement par le souvenir.

Derrière les rochers une chienne inquiète
Nous regardait d'un oeil fâché,
Épiant le moment de reprendre au squelette
Le morceau qu'elle avait lâché.

- Et pourtant vous serez semblable à cette ordure,
A cette horrible infection,
Étoile de mes yeux, soleil de ma nature,
Vous, mon ange et ma passion!

Oui! telle vous serez, ô la reine des grâces,
Après les derniers sacrements,
Quand vous irez, sous l'herbe et les floraisons grasses,
Moisir parmi les ossements.

Alors, ô ma beauté! dites à la vermine
Qui vous mangera de baisers,
Que j'ai gardé la forme et l'essence divine
De mes amours décomposés!



Charles Baudelaire
Les Fleurs du Mal, 1857

14.9.06

De mi libreta de apuntes I

El Coto está por cerrar y yo escribo mientras espero en la puerta.
La vereda del supermercado resulta, evidentemente, más acogedora que el interior y yo, cargado de cosas como estoy, elijo esperar a A. sentado contra la pared. Un policía me mira de reojo y puedo comprenderlo: estamos en Recoleta. El Coto de la calle Junín no tiene nada en común con el que conocemos, sobre Perón. En este no hay gente abordándote en la vereda para que le compres comida ni chicos juntando cajas de cartón. Acá no hay nadie, además del policía y yo, y del supermercado salen Mirthas Legrand y alguna que otra chica de botas rosas.
Yo sólo quiero irme a casa, sacarme las zapatillas y recalentar algo de la carne de ayer. Y algunas papas.

13.9.06

Observación intrascendente

Queda medio mal eso de "(...) a quemarropa. Quemadas (...)". No es una cuestión de redundancias, aunque por ahí anda.
No sé qué hacer. Sufro como una Magdalena.

Ya veremos...

...qué pasa con esto. Tal vez el blog, este blog, sirva para algo.
Ojalá que no.